Cuando un viejo artesano gráfico quiere hacer una agenda telefónica, en su antiguo y lúgubre taller, necesita varias máquinas. Una impresora, una guillotina para dimensionar el papel, una perforadora para hacer los orificios del anillado, una emplacadora para hacer las tapas y una máquina para hacer las pestañas.
De las 5 máquinas que acabo de mencionar, todas las puedes usar en otras aplicaciones salvo una: la máquina para hacer las pestañas que conforman el índice.
La máquina que hace el índice sirve única y exclusivamente para hacer índices o las separaciones que marcan cada letra del abecedario. Y por lo general, quienes fabricaban ese tipo de productos (agendas telefónicas) se especializaron solo en eso.
Una pregunta ácida
Una pregunta ácida es: ¿de qué sirve esa máquina en una época en que los teléfonos tienen la agenda incorporada?
Mucho se habla de reinventarse, pero es difícil encontrar la receta. Al menos, en las conversaciones que tengo a diario, solo oigo el problema – la necesidad de reinventarse – pero nunca oigo la solución.
En un viaje a USA, pasé por mi ritual favorito: una estadía de varias horas en una librería de Barnes & Nobles. Y para mi sorpresa, encontré la vieja agenda telefónica reinventada.
¿Qué podría hacer un artesano gráfico con sus antiguas máquinas para hacer agendas telefónicas?
Simple y brillante, como siempre. Agendas para guardar las claves de internet y las URL más interesantes.
No digo que hacer este tipo de productos sea el negocio del siglo, solo digo que es una muestra extraordinaria del ingenio humano.
Una muestra de ese espíritu emprendedor que no se doblega frente a la adversidad, sino que re-imagina su negocio desde la base.
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